jueves, 4 de diciembre de 2008

La condición pastueña de los españoles, ensoñados en la promesa semental de la dehesa, nos ha resignado a ser siempre conducidos, sin excesivas reflexiones, por un destino de intrincados desfiladeros. Únicamente cuando nos encontramos al borde del abismo, reaccionamos lanzando feroces derrotes a nuestro alrededor, con la furia salvaje del toro fronterizo. En este temible lance, solemos alcanzar a muchos de nuestra propia manada, y para nuestra desgracia, el pastor casi siempre sale indemne.
Nuestra secular desmemoria hace que siempre haya sido así.

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