viernes, 27 de febrero de 2009

EL MUNDO DEL SIGLO XXI COMO REALIDAD Y REPRESENTACION

"La verdad que tomamos de otros, sólo es nuestra en el sentido que es nuestro un diente postizo." - Arthur Schopenhauer

Sería interesante que los semiólogos profundizaran más en la curiosa paradoja que las nuevas tecnologías nos han deparado a lo largo del pasado siglo XX, y las repercusiones de su evolución en la nueva centuria. Me estoy refiriendo en concreto al impacto real, aparentemente nulo, y de producirse éste, tan efímero como la propia duración de su visionado, que las imágenes virtuales en movimiento, tienen en el imprinting colectivo, y en su capacidad de conmover nuestra conciencia. Al fin y al cabo, no deja de ser un fenómeno extraño y bastante antinatural para el cerebro humano, que podamos apretar la tecla de un aparato y re-visionar imágenes en movimiento de catástrofes pasadas, o incluso de personas ya fallecidas, resucitadas por unos instantes con total naturalidad. Una reproducción atemporal, y a todo color de sucesos ya devenidos. Este fenómeno, que en un principio debería suponer una magnífica fuente de inspiración para rectificar el futuro en positivo, no acaba sin embargo de producirse de una forma clara. Estos mecanismos tecnológicos, serían más que suficientes para asignar la importancia adecuada a lo hecho y a lo dicho, y por lo tanto, indispensables para lo que se ha de decir. Pero como digo, y a la vista de los resultados, es muy probable que sí una cámara hubiese seguido los pasos de Jesús de Nazaret, paradójicamente su repercusión actual sería prácticamente nula, o en ningún caso hubiese reportado nada positivo a la difusión de su doctrina.

En cualquier caso, el hecho evidente para cualquier ser medianamente comunicado, es que la fuentes y posibilidades de información actuales jamás han tenido parangón en la Historia de la Civilización. Hoy en día es posible tener acceso en tiempo real a los acontecimientos sucedidos a miles de kilómetros de distancia, y en cualquier rincón del planeta. No cabe duda que esta circunstancia, en estado casi germinal, representará un cambio sociológico de enormes proporciones para las futuras generaciones, al disfrutar de una inmensa y prolija hemeroteca virtual de nuestro propio pasado.
La primera conclusión, es que esto produce evidentemente nuevos estados de conciencia concretos, derivados de la información recibida. Hoy es curioso anotar que la mayoría de estos seres comunicados, percibe que el mundo se encuentra en un estado de permanente convulsión, mucho mayor que en épocas anteriores. Es también obvio que esta percepción es rotundamente falsa, y no podríamos extendernos en los hechos objetivos del pasado, constituidos por matanzas, esclavitud, infecciones, guerras, plagas y epidemias, etc..., ya que la lista sería simplemente interminable. El mundo ha progresado, y de una forma exponencial, en todos los ámbitos excepto en uno también evidente, como es la conservación del planeta en su estado “natural”. Sin embargo, el sueño de un pasado feliz parece ser consustancial al ser humano desde el principio de los tiempos, y siglo a siglo esta interpretación se demuestra completamente errónea, ya sea por desinformación, manipulación informativa, o simplemente por la no fijación en nuestra conciencia colectiva de los sucesos no vividos directamente por el observador.

Descendiendo a los hechos prácticos, la conformación de nuestra realidad cotidiana, se ve sometida a una avalancha de imágenes recibidas, seleccionadas por terceros, que nos llevan incluso a formarnos opiniones y hasta a tomar partido, por sucesos diferidos y alejados, que pasan por la criba de las sucesivas interpretaciones subjetivas del que protagoniza la imagen, del que la toma desde un ángulo concreto, del que la selecciona, y de nosotros mismos como receptores del mensaje.
En definitiva una monumental construcción virtual de la realidad, ajena a los mecanismos tradicionales de percepción humana.

Una buena muestra de esta construcción se refleja en la situación actual de la economía mundial, que afuera parte de la falta de visión de los mandatarios del mundo para establecer mecanismos de regulación global, esconde una realidad mucho más preocupante, enmarcada en el agotamiento de los recursos energéticos actuales, y en su repercusión directa en los sistemas productivos, y en definitiva en el sistema de vida del mundo que conocemos. La energía que ha movido el desarrollo del planeta ha pasado por la fases humana, animal, y ahora mineral, siempre referenciadas al coste de su generación. La realidad de la presente fase mineral, producirá en un corto espacio de tiempo una transformación obligada de los sistemas de transporte colectivo en el mundo, reduciendo su velocidad actual, e incrementando su coste de manera exponencial hasta que se descubran nuevas fuentes alternativas.
En este punto será muy interesante observar el impacto sociológico de esta involución física, frente al desarrollo también exponencial, pero en sentido contrario, de la velocidad y difusión de la información virtual, tan poco efectiva al parecer, a efectos prácticos, en la conciencia colectiva. La agotadoramente difundida visión famélica del continente africano y la ausencia de soluciones practicas al respecto, es la mejor prueba de este efecto.
Las consecuencias de este fenómeno son difíciles de prever, y la previsión de un mundo que vuelva a retomar sus verdaderas dimensiones geográficas, frente a otro virtual que reduzca distancias y tiempos hasta límites insospechados, es francamente interesante.
Una ingente oleada de acontecimientos simultáneos retransmitidos por terceros, de difícil selección en primera instancia, y de imposible constatación y acceso material.

Sí el gap entre el estado de la técnica real y el de la virtual se prolonga en el tiempo, nos enfrentaremos a un mundo reducido a una mera representación instantánea de realidades lejanas, de difícil demostración, e interpretadas y dirigidas por intereses difícilmente identificables por su enorme complejidad. En definitiva, un perfecto y preocupante caldo de cultivo para el resurgimiento de la superstición como modo efectivo de pensamiento global, diametralmente opuesta a la naturaleza técnica que ha generado el proceso.
En cualquier caso, y a la vista de las efímeras repercusiones efectivas del espionaje virtual a nuestro pasado, que nos proporcionará el avance de la técnica en la conformación de esta construcción en nuestro imprinting colectivo, es fundamental albergar la esperanza del mantenimiento en la especie humana de algo tan esencial, y consustancial a nosotros mismos, como la constatación directa y personal de los hechos a la hora de construir la realidad, que conforma y distingue nuestra cotidiana y subjetiva percepción del mundo que nos rodea.

Afortunadamente, la sabia naturaleza parece consolarnos con que, al fin y a la postre, todos llevamos un auténtico Dídimo en nuestro interior.

jueves, 19 de febrero de 2009

He tenido la fortuna de asistir a bastantes espectáculos taurinos, acompañado por un auténtico maestro en la materia. Esta es sin duda una gran ventaja a la hora de indagar en la belleza esquiva de nuestra particular visión de una fiesta, en la que siempre termino concluyendo lo mismo: Ambos, toro y torero, son simultáneamente hombre y animal.

Una lucha transitiva y fratricida entre razones, que escenifica a la perfección la perpetua y auténtica realidad del ballet de la vida, circunscrita al albero circular del tiempo.

viernes, 13 de febrero de 2009

“En nuestro sufrido País, cada vez parece más evidente que el montaje administrativo del Estado, que nuestros ínclitos y sectarios políticos nos han vendido, es simple y llanamente inviable económicamente.
El disparate de los 17 mini-estados provincianos, con el impresionante aparataje y coste que conllevan, no sería ni siquiera razonable para los imperios más ricos de la tierra.

Lo más desesperanzador es que los ciudadanos parecen no advertir este extremo, que irremediablemente nos acaba conduciendo hacia la indeseable senda de las consecuencias derivadas de vivir por encima de nuestras posibilidades, siempre sin considerar nuestra actual y verdadera dimensión real en todos los ámbitos.

Y todo este sinsentido, para continuar alimentando la maquinaria vital de una nueva casta de caciques locales, impostados bajo el manto de nuestra imberbe democracia, y amparados en la bandera del uso del sentimiento territorial como arpón ideológico.
Quizá algún día aprenderemos el desconocido significado del termino Economía de Escala.
Y de nuevo a buscar el tiempo perdido”

jueves, 12 de febrero de 2009

Rumbo a Bajamar
“Vivimos como soñamos, solos” - Joseph Conrad

Pocas cosas son comparables a sentir el pulso vital transmitido por una rueda de timón para alguien que ame el mar y los barcos. Estas sensaciones, aún mayores si manejamos un timón de caña y nuestra embarcación lucha con el viento en un mar siempre cambiante, producen una rara ensoñación inevitable para los que somos felices con unas cuantas brazas de agua bajo nuestros pies. Desde esta situación, el mundo de tierra firme pierde todo su valor, hasta convertirse en agradable y pura especulación de futuras e inciertas venturas. La vida sobre un espejo.

Apenas unas horas antes trepaba por la escala real, con la determinación habitual que proporciona la cotidiana práctica mental de imaginar nuestro último embarque con Caronte.
Eran las seis de la tarde y soltábamos amarras en otro invernal crepúsculo cartaginés.
Partíamos con la certeza de la observación melancólica de aquellos que se ensoñan, cada vez que una nave cobra vida y se aleja en el horizonte. Unos minutos antes habíamos desembarcado al gatuno práctico por el costado de babor, y ahora podía sentir en mis manos el volumen de agua, que lamiendo nuestro casco de acero, escurrían nuestras 10.000 toneladas de peso muerto mientras zigzagueaba sutilmente para librar el Cabo Tiñoso. El mar apacible disfrutaba su bonanza, convertido en poza de agua plomiza y magenta. El ronroneo de la máquina eclipsaba el rumor de nuestra estela, mientras íbamos progresando hasta nuestra velocidad de crucero mantenida en los trece nudos.
El puente iba quedándose desierto y mis desvelos se centraban ahora en posicionar mi "Otago" temporal, en el waypoint exacto, para activar el piloto automático con rumbo a pasar Cabo de Gata.

La primera noche de navegación transcurrió apacible, proporcionándonos un magnífico amanecer que nos acercaba con optimismo al siempre delicado paso del Estrecho. Prismáticos en mano, y con los ojos puestos en la pantalla del radar cruzamos decididos entre cardúmenes de pesqueros faenando, siempre atentos a la conversación de Control de Tráfico a través del VHF. La inevitable salida al alerón de estribor para contemplar el magnífico Peñón de Gibraltar, que se yergue majestuoso, y ajeno a nuestra doméstica afrenta.
Parsimoniosamente íbamos penetrando el canal que confunde mares y océanos para enfilar Punta Malabata, adentrándonos en el Atlántico con un mar de leva del noroeste que, enviado por San Vicente, maravillaba por la simetría de sus pronunciadas crestas, desde la perspectiva que nos proporcionaba la altura de nuestro puente a proa. Navegar con un barco de este tipo, conocidos como “rompedientes”, puede llegar a ser realmente incómodo cuando las adversas condiciones lo propician; y sin embargo la meteorología había querido hasta ahora, acallar las roncas campanadas del ancla prisionera en su escobén.

El viaje transcurría ameno, gracias a las magníficas tertulias mantenidas con el peculiar carácter que imprime el perfil de los Hombres de Mar, siempre con mucho que ganar, y sin ningún miedo a perder. Un alma ligera para una ligera existencia. Un carpe diem vital, siempre escondido en las pupilas de los que han tragado muchas millas náuticas. Nuestro viejo capitán, estirpe de antiguos Capitanes de Altura, mantenía conversaciones siempre interesantes, tras las sensacionales comidas que nuestro cocinero servía. Nadie familiarizado con el mar, debe desconocer que en los barcos mercantes se come mejor que en muchos restaurantes, y que obviamente el cocinero es una pieza básica para mantener el humor de un grupo de personas diferentes y aisladas del mundo, en un microcosmos rodeado por un entorno claramente hostil.

Las nubes aborregadas corrían impulsadas por un poco habitual Alisio, y posaba mis ojos en el horizonte escrutando un destino siempre incierto y excitante. En el cielo las estelas de los reactores arañaban el añil en un canto de presunción técnica, indicándonos testarudos el final de nuestra, para ellos, lenta singladura. Esa noche la temperatura invitaba a contemplar, emboscado en la guarda del alerón, un impresionante espectáculo de estrellas y constelaciones que inevitablemente justificaba el desapego a la vida terrenal. Y el amor al Mar y a su belleza indómita.
Una vez más, navegaba con suerte y rumbo a Bajamar.
En ese preciso momento, recordé a aquel personaje al que apenas conocí.

Al día siguiente el viento calmó, y un resto de mar de fondo nos empujaba a trompicones hacia la inconfundible silueta volcánica que rodea Santa Cruz, en una sinfonía de colores azul y lejano verde.
Mi destino era Bajamar, como años atrás lo fue para él. Un exilio voluntario al mar, y ajeno a todo aquello que defeca la vida continental. Una isla de color mazapán, y un rincón de costa oscura y abrupta que regala las mejores puestas de sol del mundo, acurrucado al sur de Taganana, en un portaviones zen ajeno al movimiento de sus almas.
En otro tiempo compartí ese crepúsculo con el propio Eduardo; un hombre marcado por los años, que encontró la puerta del agujero sideral de la trascendencia en una costa dura y agreste, de clima balsámico y optimista, y ahora una vez más, volvía a aquel escenario mágico e irreal de su elegante y silencioso retiro existencial.

He imaginado muchas veces, la intima escena de este hombre bueno a lo largo de los últimos años de su vida. Los recuerdos japoneses, la juventud perdida, las cabalgadas a lomos de su Harley, sus fieles compañeros caninos, sus pinturas, sus mujeres, su eterno pañuelo al cuello, su tiempo pasado difícil y hosco. Todos juntos sentados en el pequeño porche, que a modo de balcón ofrecía incesantemente el mejor espectáculo crepuscular del planeta, en un horizonte de mar dorado infinito, arrullado por el fragor de las olas rompiendo contra los roques.
Ese día volvía al escenario de su secreto, de su rincón privado, y recordaba como si fuese ayer su risa jovial, consustancial a todos los que han conseguido vencer la desilusión de una vida siempre injusta y breve, sometida muchas veces a las circunstancias de los demás. Un lugar perfecto para prepararse a realizar la última singladura, siempre hacia el oeste, en el vano intento de cazar el rojo disco solar que un día para todos nosotros, dejará de iluminar.
Difícil encontrar una solución mejor para un hombre de sus características.
Un inconmensurable y olvidado artista, que soñó a todo color en tiempos de blanco y negro.
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Dedicado a Eduardo Jiménez de la Espada

viernes, 6 de febrero de 2009

Parece obvio que la reciente tendencia sociopolítica de Occidente pasa por transformar los valores en buenas intenciones, y convertir los privilegios en derechos. No cabe duda que estamos comenzando un nuevo siglo lleno de incertidumbres. Como siempre.

martes, 3 de febrero de 2009


RAZONALISMO Y EXISTENCIA: Principio y enunciado de la Ecuación Universal

(Primera parte)

Preámbulo enunciativo relativo a las interpretaciones filosóficas anteriores al Razonalismo:

Repasando la historia de la Filosofía, es sorprendente advertir el grado de sofisticación alcanzada por los filósofos griegos en todo lo concerniente a la existencia y a la conformación del Universo. El valor de sus clarividentes postulados es doblemente asombroso, si consideramos el exiguo estado de la técnica en aquellos tiempos. Sus aportaciones en el campo de la determinación de la materia que nos conforma constituyen la base del pensamiento occidental, y por tanto son una referencia ineludible para el pensamiento razonalista. Es por ello conveniente mencionar aunque sea brevemente, a algunos de los personajes más representativos de esta corriente de pensamiento, compuesta por los verdaderos pioneros del pensamiento en el ámbito de la Cosmología.
La primera fuente de conocimiento al respecto se remonta a la Filosofía Preática (600-450 AC) y a los antiguos físicos, también conocidos como filósofos de la naturaleza, que buscan el origen de la Materia, esperando encontrarla en elementos materiales. Anaximandro De Mileto, muestra en su búsqueda de la materia prima, una intuición, relativa a que las cosas de este mundo no pueden explicarse por la materia existente. Mencionó lo indefinido (apeirón) sometido a cuatro características: Cuantitativamente infinito, temporalmente indefinido, cualitativamente indeterminado y religiosamente divino. Creador de la idea del Cosmos, desarrolló su Teoría del Origen del Mundo a partir del movimiento que separó los dos contrarios del calor y el frío, dando lugar a lo sólido y a lo líquido, a partir de lo cual desarrolla su curiosa Teoría de los Cilindros. Anaxímenes de Mileto abundó en esta teoría dándole a la materia indefinida, el aire como elemento sustentador de la misma. Todo surge del aire por rarefacción y condensación. Heráclito de Efeso (el oscuro sokeitós) basó sus teoría en la transitoriedad y en la creación a partir del fuego, siendo además el primero en hablar de Año Cósmico. Su explicación del ser como un hacerse y deshacerse resucitó más tarde con Hegel. Los pitagóricos preocupados por la astronomía no aportan grandes novedades, excepto por su observación de la Ciencia como referencia incuestionable, hasta la aparición de los Eleatas, con su concepto del ser inmutable, convirtiéndose en la primera fortaleza de la metafísica.
Debieron transcurrir muchos siglos hasta que la Filosofía, en su constante evolución, volvió de nuevo su mirada a la conformación básica del Universo, apoyándose en los avances científicos y técnicos. En ese largo camino encontramos periodos del pensamiento enfocados más al comportamiento humano, dejando las cuestiones existenciales y cosmológicas al albur de la influencia y mediatización de las doctrinas religiosas, que como es evidente se encuentran aparentemente muy alejadas del camino de la Ciencia.

En la actualidad, el avance del conocimiento permite volver a retomar el asunto desde nuevas perspectivas que harían las delicias de los intuitivos filósofos Preáticos, siendo Einstein el máximo exponente contemporáneo del nuevo abordaje al conocimiento de la naturaleza que nos envuelve y conforma.
Los últimos estudios en Astronomía y Cosmología, comienzan a poner en entredicho la famosa teoría del Big Bang enunciada por el científico George Gamow. La teoría se desarrolló en base a los trabajos de Friedman y Lemaître, demostrando a partir de la Teoría General de la Relatividad, que el Universo se encuentra en movimiento constante. Las comprobaciones de Hubble fueron determinantes para constatar el movimiento de deriva de las nebulosas, y en definitiva de la expansión aparente de las mismas. Es curioso e importante constatar, que el propio Einstein corrigiese a posteriori los postulados originales derivados de su Relatividad General, introduciendo un elemento denominado Constante Cosmológica, que con carácter de fuerza gravitatoria repulsiva, contrarrestaba el movimiento expansivo, y todo ello con el único fin de aportar un elemento de estabilidad universal, contradictorio con su enunciado original.
Uno de los más famosos defensores de la Teoría del Big Bang ha sido el científico Steve Hawkins, que ha conseguido avanzar significativamente en el desarrollo de la misma. La teoría si bien original, adolecía de grandes fallos conceptuales convirtiéndola en un poco pueril, y en cualquier caso, ha supuesto una interesante perspectiva para alumbrar nuevos caminos de interpretación en la mecánica astronómica, y en la investigación de la física de partículas. El CERN es una buena prueba de ello, y su éxito nos devendrá nuevos descubrimientos interesantes, especialmente en el campo de la Física Cuántica y de la Medicina. No lo serán tanto para aquellos que fraguan sus esperanzas, en demostrar la famosa teoría del huevo explosivo.
En el rabioso presente, el debate se centra en la Teoría de las Branas desarrollada por varios profesores de la Universidad americana de Princeton, constituyendo otra interesante reflexión sobre nuestra telaraña, y que aporta como valor apreciable e innovador (salvo para las religiones orientales), la nueva noción de Universo cíclico, que se contrae y expande alternativamente, destruyéndose y reconstruyéndose sucesivamente.
Una vez repasado el panorama actual, pasamos a enunciar los postulados razonalistas al respecto:


Teoría del Universo Ebulliscente

En primer lugar señalar que a efectos humanos, nuestra capacidad limitada para comprender las dimensiones del Cosmos hacen que a todos los efectos, éste deba ser considerado como infinito e inabarcable, y carente de forma. Cualquier otra consideración al respecto, en nuestro estado actual de la Técnica, puede resultar tan atractiva como atrevida, y desde un punto de vista filosófico los límites del Universo no serían más que relativos, ya que todo lo que existiese a partir de los mismos también debería considerarse como parte del Universo. Estimar por tanto su movimiento relativo, tamaño, trayectoria, o aspecto es simplemente un ejercicio todavía inalcanzable para el conocimiento humano, e inútil desde una determinación filosófica. Es evidente por tanto, que todas las conclusiones al respecto, son casi con seguridad absolutamente irrelevantes, salvo para la obtención de unos parámetros vectoriales que preemitiesen hoy por hoy, establecer waypoints en hipotéticos viajes estelares en nuestro entorno limítrofe, en un radio de 100 millones de años luz.

El Razonalismo descarta por tanto cualquier especulación encaminada a determinar formas o dimensiones, que dejaremos para futuras generaciones, para centrarse en el, todavía enigmático, aspecto relativo a la conformación y composición de la materia que constituye lo que denominamos Universo.
Sobre su composición, sin duda se avanzará en un tiempo relativamente escaso.
La conclusión razonalista generada a partir de patrones cuánticos, con respecto hasta a lo ahora conocido, nos establecería una primera conclusión preliminar, que apunta a que todos los elementos que lo conforman se componen de una misma partícula básica.

Esta partícula a la que bautizaremos “Razón” como homenaje a nuestra doctrina, se halla en la composición básica de todo lo que nos rodea, y su esencia material se encuentra a un nivel infinitamente inferior a nuestra actual capacidad de descomposición atómica. La naturaleza de la misma es hoy por hoy un misterio, y sin embargo sí sabemos que se caracteriza por su versátil capacidad de asociación, tan versátil, como para conformar estructuras tan variadas como la propia Naturaleza. Esta partícula elemental posee dos características complejas, por un lado es indestructible, y por otro inerte. Especular con la cantidad existente de las mismas es también inútil, desde el momento en que queda un vacío de conocimientos entre el escalón formado desde el nivel de su verdadera dimensión y el del actual conocimiento de partículas subatómicas.
El Universo se encuentra por tanto compuesto en esencia, por un magma cósmico constituido por infinitud de elementos denominados “Razones”, de semejante composición.

Como hemos apuntado antes, la capacidad de asociación de los “razones” se muestra evidente en la naturaleza, evitando el estado de homogeneidad estática que supondría la falta de interacción entre los mismos.
Teniendo en cuenta el postulado del carácter inerte de los “razones”, es presumible que la citada interacción entre los mismos únicamente se pueda producir a partir de una fuera externa. Esta fuerza compleja, denominada Factor Perpetuo, es el otro elemento fundamental para explicar las diferentes asociaciones, que conforman cualquier estado tanto de la materia, como de la denominada erróneamente anti-materia, y como desarrollaremos más adelante, se compone de dos elementos diferenciados.
La influencia del Factor Perpetuo es por tanto consustancial al propio Universo.
El mismo, es el responsable de una aparentemente ilimitada transformación de la materia básica, hasta adoptar todas las formas combinatorias posibles en la naturaleza perceptiva, a través de unas “dosis” determinadas de radiación, que posibilitan la alteración simultánea y sucesiva de, temperaturas, presiones, y de campos electromagnéticos y gravitacionales.
Esta tesis concluye, que es efectivamente cierta la “inestabilidad” constante de todos los “razones”, avalando por consiguiente la valiosa teoría de la indeterminación de Heisenberg, que en román paladino, establece la imposibilidad de concretar la posición instantánea de una partícula al estar ésta en constante movimiento. La conclusión lógica es que todas las partículas se encuentran en movimiento, y por tanto no existe una millonésima de milímetro del caldo cósmico “razonal”, que no se encuentre en movimiento constante. La determinación de posiciones o movimientos en este contexto siempre será relativa, y por tanto irrealizable para nuestra capacidad de calculo matemático.

Enunciado de la Ecuación Universal:

La perspectiva de construir una ecuación universal surge a raíz de la visualización de lo tratado en el apartado anterior. Una masa de partículas en ebullición constante y diferente en las diferentes extensiones de su extensión.
La determinación matemática de los postulados anteriores se traduciría bajo esta ecuación básica:

Universo = ∑ Partículas Básicas + ∆ Factor Perpetuo

Siendo ∆ Factor Perpetuo = Constante Universal KU x Radiación Permanente RP, la misma se puede descomponer en:

Universo = ∑ Razones + [Constante Universal x (Radiación Permanente)]

Las partículas básicas, “razones”, se ven sometidas por tanto a las intrincadas, y todavía desconocidas en algunos casos, Leyes físicas que conforman a nuestros ojos su apariencia sensorial, limitándose en definitiva a adoptar diferentes formas de materia o antimateria, según la incidencia de la Radiación Permanente recibida en un dosis condicionada para cada una de ellas por la Constante Universal
La Radiación Permanente es mensurable parcialmente por el momento, y por tanto aún estamos comenzando, en proceso inverso y a partir de la simple observación experimental, a comprender la amplitud de su espectro y la acción básica sobre las diferentes asociaciones de partículas subatómicas creadas a partir de la de interacción de la misma con las partículas básicas o “razones”. Su mecánica es cuánticamente impredecible.
La ecuación contiene un último factor matemático, denominado Constante Universal, cuyo valor cuántico es constante y aleatorio simultáneamente, ya que conforma la misma, deshaciendo la homogeneidad del "Gel de razones". Sobre este factor poco sabemos, salvo que se aplica a una radiación eterna y permanente, que mantiene a las partículas básicas en perpetua ebullición. El análisis de su potencial mecánica, adaptada a la mente humana, debería tener en cuenta, que desde un punto de vista matemático mantiene las siguientes características: Su acción es permanente y simultánea, y su valor nunca puede repetirse, siendo siempre único.
Al ser un factor aleatorio, la medición del mismo requiere un calculo tan amplio, como el del numero infinito de partículas Básicas del Universo, en combinaciones ilimitadas.

Es evidente, que las exégesis acerca de la naturaleza del Factor Universal se presta a multitud de interpretaciones, algunas por supuesto de índole místico o religioso.
Este factor en definitiva condiciona nuestra propia existencia y el de todo nuestro entorno vital. En cualquier caso, el Razonalismo únicamente determina los mecanismos de la esencia existencial, y por tanto cualquier otra explicación ajena a la física de partículas escapa de su ámbito filosófico, y se enclavaría en desarrollos sociológicos, místicos y religiosos ajenos a este capítulo, sin que todo ello sea óbice para permitir una libre y legitima interpretación individual.

(Sigue...)