"La verdad que tomamos de otros, sólo es nuestra en el sentido que es nuestro un diente postizo." - Arthur Schopenhauer
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Sería interesante que los semiólogos profundizaran más en la curiosa paradoja que las nuevas tecnologías nos han deparado a lo largo del pasado siglo XX, y las repercusiones de su evolución en la nueva centuria. Me estoy refiriendo en concreto al impacto real, aparentemente nulo, y de producirse éste, tan efímero como la propia duración de su visionado, que las imágenes virtuales en movimiento, tienen en el imprinting colectivo, y en su capacidad de conmover nuestra conciencia. Al fin y al cabo, no deja de ser un fenómeno extraño y bastante antinatural para el cerebro humano, que podamos apretar la tecla de un aparato y re-visionar imágenes en movimiento de catástrofes pasadas, o incluso de personas ya fallecidas, resucitadas por unos instantes con total naturalidad. Una reproducción atemporal, y a todo color de sucesos ya devenidos. Este fenómeno, que en un principio debería suponer una magnífica fuente de inspiración para rectificar el futuro en positivo, no acaba sin embargo de producirse de una forma clara. Estos mecanismos tecnológicos, serían más que suficientes para asignar la importancia adecuada a lo hecho y a lo dicho, y por lo tanto, indispensables para lo que se ha de decir. Pero como digo, y a la vista de los resultados, es muy probable que sí una cámara hubiese seguido los pasos de Jesús de Nazaret, paradójicamente su repercusión actual sería prácticamente nula, o en ningún caso hubiese reportado nada positivo a la difusión de su doctrina.
En cualquier caso, el hecho evidente para cualquier ser medianamente comunicado, es que la fuentes y posibilidades de información actuales jamás han tenido parangón en la Historia de la Civilización. Hoy en día es posible tener acceso en tiempo real a los acontecimientos sucedidos a miles de kilómetros de distancia, y en cualquier rincón del planeta. No cabe duda que esta circunstancia, en estado casi germinal, representará un cambio sociológico de enormes proporciones para las futuras generaciones, al disfrutar de una inmensa y prolija hemeroteca virtual de nuestro propio pasado.
La primera conclusión, es que esto produce evidentemente nuevos estados de conciencia concretos, derivados de la información recibida. Hoy es curioso anotar que la mayoría de estos seres comunicados, percibe que el mundo se encuentra en un estado de permanente convulsión, mucho mayor que en épocas anteriores. Es también obvio que esta percepción es rotundamente falsa, y no podríamos extendernos en los hechos objetivos del pasado, constituidos por matanzas, esclavitud, infecciones, guerras, plagas y epidemias, etc..., ya que la lista sería simplemente interminable. El mundo ha progresado, y de una forma exponencial, en todos los ámbitos excepto en uno también evidente, como es la conservación del planeta en su estado “natural”. Sin embargo, el sueño de un pasado feliz parece ser consustancial al ser humano desde el principio de los tiempos, y siglo a siglo esta interpretación se demuestra completamente errónea, ya sea por desinformación, manipulación informativa, o simplemente por la no fijación en nuestra conciencia colectiva de los sucesos no vividos directamente por el observador.
Descendiendo a los hechos prácticos, la conformación de nuestra realidad cotidiana, se ve sometida a una avalancha de imágenes recibidas, seleccionadas por terceros, que nos llevan incluso a formarnos opiniones y hasta a tomar partido, por sucesos diferidos y alejados, que pasan por la criba de las sucesivas interpretaciones subjetivas del que protagoniza la imagen, del que la toma desde un ángulo concreto, del que la selecciona, y de nosotros mismos como receptores del mensaje.
En definitiva una monumental construcción virtual de la realidad, ajena a los mecanismos tradicionales de percepción humana.
Una buena muestra de esta construcción se refleja en la situación actual de la economía mundial, que afuera parte de la falta de visión de los mandatarios del mundo para establecer mecanismos de regulación global, esconde una realidad mucho más preocupante, enmarcada en el agotamiento de los recursos energéticos actuales, y en su repercusión directa en los sistemas productivos, y en definitiva en el sistema de vida del mundo que conocemos. La energía que ha movido el desarrollo del planeta ha pasado por la fases humana, animal, y ahora mineral, siempre referenciadas al coste de su generación. La realidad de la presente fase mineral, producirá en un corto espacio de tiempo una transformación obligada de los sistemas de transporte colectivo en el mundo, reduciendo su velocidad actual, e incrementando su coste de manera exponencial hasta que se descubran nuevas fuentes alternativas.
En este punto será muy interesante observar el impacto sociológico de esta involución física, frente al desarrollo también exponencial, pero en sentido contrario, de la velocidad y difusión de la información virtual, tan poco efectiva al parecer, a efectos prácticos, en la conciencia colectiva. La agotadoramente difundida visión famélica del continente africano y la ausencia de soluciones practicas al respecto, es la mejor prueba de este efecto.
Las consecuencias de este fenómeno son difíciles de prever, y la previsión de un mundo que vuelva a retomar sus verdaderas dimensiones geográficas, frente a otro virtual que reduzca distancias y tiempos hasta límites insospechados, es francamente interesante.
Una ingente oleada de acontecimientos simultáneos retransmitidos por terceros, de difícil selección en primera instancia, y de imposible constatación y acceso material.
Sí el gap entre el estado de la técnica real y el de la virtual se prolonga en el tiempo, nos enfrentaremos a un mundo reducido a una mera representación instantánea de realidades lejanas, de difícil demostración, e interpretadas y dirigidas por intereses difícilmente identificables por su enorme complejidad. En definitiva, un perfecto y preocupante caldo de cultivo para el resurgimiento de la superstición como modo efectivo de pensamiento global, diametralmente opuesta a la naturaleza técnica que ha generado el proceso.
En cualquier caso, y a la vista de las efímeras repercusiones efectivas del espionaje virtual a nuestro pasado, que nos proporcionará el avance de la técnica en la conformación de esta construcción en nuestro imprinting colectivo, es fundamental albergar la esperanza del mantenimiento en la especie humana de algo tan esencial, y consustancial a nosotros mismos, como la constatación directa y personal de los hechos a la hora de construir la realidad, que conforma y distingue nuestra cotidiana y subjetiva percepción del mundo que nos rodea.
En cualquier caso, el hecho evidente para cualquier ser medianamente comunicado, es que la fuentes y posibilidades de información actuales jamás han tenido parangón en la Historia de la Civilización. Hoy en día es posible tener acceso en tiempo real a los acontecimientos sucedidos a miles de kilómetros de distancia, y en cualquier rincón del planeta. No cabe duda que esta circunstancia, en estado casi germinal, representará un cambio sociológico de enormes proporciones para las futuras generaciones, al disfrutar de una inmensa y prolija hemeroteca virtual de nuestro propio pasado.
La primera conclusión, es que esto produce evidentemente nuevos estados de conciencia concretos, derivados de la información recibida. Hoy es curioso anotar que la mayoría de estos seres comunicados, percibe que el mundo se encuentra en un estado de permanente convulsión, mucho mayor que en épocas anteriores. Es también obvio que esta percepción es rotundamente falsa, y no podríamos extendernos en los hechos objetivos del pasado, constituidos por matanzas, esclavitud, infecciones, guerras, plagas y epidemias, etc..., ya que la lista sería simplemente interminable. El mundo ha progresado, y de una forma exponencial, en todos los ámbitos excepto en uno también evidente, como es la conservación del planeta en su estado “natural”. Sin embargo, el sueño de un pasado feliz parece ser consustancial al ser humano desde el principio de los tiempos, y siglo a siglo esta interpretación se demuestra completamente errónea, ya sea por desinformación, manipulación informativa, o simplemente por la no fijación en nuestra conciencia colectiva de los sucesos no vividos directamente por el observador.
Descendiendo a los hechos prácticos, la conformación de nuestra realidad cotidiana, se ve sometida a una avalancha de imágenes recibidas, seleccionadas por terceros, que nos llevan incluso a formarnos opiniones y hasta a tomar partido, por sucesos diferidos y alejados, que pasan por la criba de las sucesivas interpretaciones subjetivas del que protagoniza la imagen, del que la toma desde un ángulo concreto, del que la selecciona, y de nosotros mismos como receptores del mensaje.
En definitiva una monumental construcción virtual de la realidad, ajena a los mecanismos tradicionales de percepción humana.
Una buena muestra de esta construcción se refleja en la situación actual de la economía mundial, que afuera parte de la falta de visión de los mandatarios del mundo para establecer mecanismos de regulación global, esconde una realidad mucho más preocupante, enmarcada en el agotamiento de los recursos energéticos actuales, y en su repercusión directa en los sistemas productivos, y en definitiva en el sistema de vida del mundo que conocemos. La energía que ha movido el desarrollo del planeta ha pasado por la fases humana, animal, y ahora mineral, siempre referenciadas al coste de su generación. La realidad de la presente fase mineral, producirá en un corto espacio de tiempo una transformación obligada de los sistemas de transporte colectivo en el mundo, reduciendo su velocidad actual, e incrementando su coste de manera exponencial hasta que se descubran nuevas fuentes alternativas.
En este punto será muy interesante observar el impacto sociológico de esta involución física, frente al desarrollo también exponencial, pero en sentido contrario, de la velocidad y difusión de la información virtual, tan poco efectiva al parecer, a efectos prácticos, en la conciencia colectiva. La agotadoramente difundida visión famélica del continente africano y la ausencia de soluciones practicas al respecto, es la mejor prueba de este efecto.
Las consecuencias de este fenómeno son difíciles de prever, y la previsión de un mundo que vuelva a retomar sus verdaderas dimensiones geográficas, frente a otro virtual que reduzca distancias y tiempos hasta límites insospechados, es francamente interesante.
Una ingente oleada de acontecimientos simultáneos retransmitidos por terceros, de difícil selección en primera instancia, y de imposible constatación y acceso material.
Sí el gap entre el estado de la técnica real y el de la virtual se prolonga en el tiempo, nos enfrentaremos a un mundo reducido a una mera representación instantánea de realidades lejanas, de difícil demostración, e interpretadas y dirigidas por intereses difícilmente identificables por su enorme complejidad. En definitiva, un perfecto y preocupante caldo de cultivo para el resurgimiento de la superstición como modo efectivo de pensamiento global, diametralmente opuesta a la naturaleza técnica que ha generado el proceso.
En cualquier caso, y a la vista de las efímeras repercusiones efectivas del espionaje virtual a nuestro pasado, que nos proporcionará el avance de la técnica en la conformación de esta construcción en nuestro imprinting colectivo, es fundamental albergar la esperanza del mantenimiento en la especie humana de algo tan esencial, y consustancial a nosotros mismos, como la constatación directa y personal de los hechos a la hora de construir la realidad, que conforma y distingue nuestra cotidiana y subjetiva percepción del mundo que nos rodea.
Afortunadamente, la sabia naturaleza parece consolarnos con que, al fin y a la postre, todos llevamos un auténtico Dídimo en nuestro interior.