jueves, 22 de enero de 2009


Curiosity Kills the Crab
“We will restore science to its rightful place, and wield technology’s wonders to raise health care’s quality and lower its cost…-. -And we will transform our schools and colleges and universities to meet the demands of a new age-
-For the world has changed, and we must change with it.-
-The instruments with which we meet them may be new. But those values upon which our success depends — hard work and honesty, courage and fair play, tolerance and curiosity, loyalty and patriotism — these things are old. These things are true.-“
Barack H. Obama

Repasando algunas frases pronunciadas por nuestro nuevo emperador en su discurso inaugural, descubro la palabra “Curiosity” incluida entre la relación de valores que incluye su mensaje, convergente en este punto y de forma sorprendente con la doctrina razonalista, y me viene a la cabeza nuestra interpretación y tratamiento patrio, al respecto de un valor tan denostado sistemáticamente por nuestro sistema sociológico y educativo, a lo largo de nuestra Historia.
Un ejemplo cercano y actual de esta personal interpretación hispana, referida a la siempre imperdonable curiosidad, es el caso del científico español doctor en Física, D.Antonio Brú, y a su innovadora aproximación al “mal” por antonomasia de nuestro tiempo.

Es indiscutible, que desde una perspectiva de sociología hipocrática, las enfermedades denominadas como cáncer, marcarán toda una época en la historia de la civilización, al modo que lo hicieran en otros tiempos la peste bubónica o la tuberculosis.
Esta lamentable patología, que constituye un inmenso reto desde hace cientos de años para la ciencia médica, encierra una curiosa paradoja en su mecanismo de actuación: La transformación celular producida a partir del intento de nuestras células por evitar su muerte. Este proceso denominado apoptosis celular, y que al parecer mantiene en su secuencia un determinante componente genético que marca los tempos del suicidio celular, deja de producirse en un determinado momento por múltiples causas, transformando las células afectadas en células cancerosas.
Desde un punto de vista estrictamente biológico, nuestras células rebeldes intentan sobrevivir a su ciclo natural evitando su suicidio, lo que acaba produciendo si no se remedia previamente, la afectación y muerte del resto de células, impidiendo al final del ciclo toda posibilidad de vida. En un contexto metafísico, un intento de inmortalidad abocado a una muerte inevitable. Es curioso que por evitar un suicidio se desencadene otro a mayor escala.

Nadie en su sano juicio podrá negar, que el tratamiento de la enfermedad al parecer aún se encuentra en una fase relativamente primitiva, dado el desigual resultado obtenido en la aplicación de las terapias empleadas hasta el momento; y algunas, de entre las múltiples causas de esta situación, sin duda tienen que ver con el abordaje estrictamente ortodoxo que en ocasiones los investigadores han de seguir, mediatizados por las directrices de sus patrocinadores, y por qué no decirlo, por su ortodoxia formativa y procesal, tan alejada siempre de los grandes descubrimientos de la civilización. La realidad actual es que, al margen de los incipientes tratamientos genéticos experimentales, la única solución convincente aplicada consiste en la extirpación, cuando es posible, del tumor, y en el genocidio indiscriminado de las células rebeldes, bien por envenenamiento químico o radioactivo.

Para algunos puede resultar sorprendente que seamos capaces de posar una sonda en Marte, y que sin embargo seamos incapaces de dominar completamente los procesos biológicos que se producen en nuestro organismo. Buscando nuevas perspectivas para el abordaje de esta lacra, el propio Razonalismo mantiene una teoría alternativa, basada en la física de partículas y en la alteración electromagnética de las mismas como causa final de lo que denominamos cáncer. Con esta tesis, se resumiría que los actuales estudios sobre los procesos biológicos implicados, no representarían más que la observación de las consecuencias y no la de las causas de la alteración celular, imbricadas en un nivel inferior, y contenido en la escala dimensional atómica.
El propio stablishment médico y farmacéutico, parece reacio a reconocer la superación de la biología celular tradicional y la imposición de una nueva disciplina que podríamos denominar biología atómica, y por ello quemará en la hoguera a cualquiera que diga lo contrario, y que pudiese alterar su línea de trabajo preestablecida.

Es por todo ello doblemente interesante, que este genuino e incomodo personaje español, haya tenido la osadía de buscar nuevos y originales ángulos en la búsqueda de soluciones a tan grave problema, en un sector tan hermético y rodeado de intereses tan espurios.
Utilizando patrones matemáticos, este investigador en la Universidad Complutense de Madrid y su equipo, han conseguido explicar el crecimiento tumoral.. Sus investigaciones establecen que el cáncer puede curarse mediante la estimulación adecuada del sistema inmune. En 1998 este científico determinó el primer modelo dinámico, experimentalmente demostrado, para explicar el crecimiento tumoral, basado en patrones matemáticos (fractales). Como consecuencia de dicha teoría, para el equipo de Antonio Brú, un tipo de leucocitos -los neutrófilos-, son capaces de curar el cáncer. Según parece, lo constataron en experimentación animal, y con dos casos humanos y, tras el éxito aparente, sólo han encontrado puertas cerradas, a pesar de las expectativas creadas a partir de las publicaciones realizadas en las más prestigiosas revistas de Ciencia Médica. Desde entonces su calvario se resume en la denuncia del boicot que están sufriendo en todos los niveles, y especialmente en el financiero, impidiendo la continuación de su labor de investigación.

Llegados a este punto, leo con atención la segunda acepción del RAE de la palabra “Curiosidad” y comienzo a explicarme muchas cosas: “Deseo de saber lo que no nos concierne”
Quiero suponer que esta segunda acepción se encuentra tan arraigada en nuestro imprinting sociológico y rector, que durante muchos años continuaremos caminando sobre los cadáveres de tantos herejes ajusticiados, en aras a preservar lo políticamente correcto frente a la perversa y malsana curiosidad española.
Como tantos españoles geniales, el destino de Antonio Brú parece verse constreñido a la diatriba que supone la aceptación de su auto-apoptosis personal (impuesta por nuestras células rectoras), o, y este sería lamentablemente el mejor consejo, a buscar el abrigo del cálido manto de nuestro nuevo emperador, en aras a conseguir el patrocinio necesario para continuar su poco ortodoxa línea de investigación.
¡Sí Miguel Servet levantase la cabeza!

Comunicado de Antonio Brú: http://www.mat.ucm.es/~abruespi/

2 comentarios:

Pilar Mandl dijo...

¡Hola Aviraneta! ¿feliz año?
"Curiosa" similitud la que has hecho...
Muy buena la acuarela.

Anónimo dijo...

y te preguntan si es feliz año.....
felicidades