lunes, 3 de noviembre de 2008

Cuando escucho a los políticos que se postulan como la solución a la pobreza en el mundo me echo a temblar. Son de la clase de los que no se pueden permitir la erradicación de su propio nicho de mercado, ya que esto implicaría su suicidio electoral. Un sacrificio potencialmente imposible, salvo que tengan otras intenciones más aviesas, alejadas del plebiscito popular.
Son las contradicciones de las demagógicas ideologías retroalimentadas.

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