sábado, 4 de octubre de 2008

LA CAIDA DEL IMPERIO Y OTRAS FALACIAS DEL MOMENTO

"Hoy será un día mejor que mañana, pero por si acaso, comienza a estudiar cantonés..."

En los tiempos que vivimos, imbuidos en una globalización informativa siempre superficial, tendenciosa y evanescente, hemos entrado en un ciclo de pesimismo generalizado con respecto al futuro financiero del planeta. En esta situación todas las miradas se han vuelto contra la capital financiera del planeta (New York) que se debate por mantener la entereza ante el aluvión de críticas que su forma de proceder ha generado, en primera instancia en sus propias carnes.
El primer punto significativo en este asunto consiste en que, curiosa y contradictoriamente, las críticas más feroces con respecto al sistema de libre mercado proceden de los que durante años hemos seguido a pies juntillas sus dictámenes, aprovechándonos de sus virtudes en los tiempos de bonanza. Cuando las cosas van razonablemente bien nadie protesta, y sin embargo cuando el viento arrecia y la marejada se recrudece, se produce la consabida reacción siempre furibunda, encaminada a exigir responsabilidades por la actual situación. Esta reacción, que encubre entre otras cosas, la falta de responsabilidad colectiva tan habitual en la condición humana, sería algo parecido a jugar habitualmente en un casino y armar un alboroto cada vez que la suerte nos es adversa, vaticinando además el fracaso del azar como garante de nuestro futuro...
Es en este punto en el que merece la pena hacer una reflexión objetiva frente al regocijo de los que proclaman el fracaso del sistema. Según mi opinión, lo que está sucediendo no sólo no ha sido un fracaso del propio sistema, sino mas bien al contrario, el primer gran éxito de su espíritu.

El sistema liberal-capitalista aboga persé por la democratización del acceso, apertura y expansión del sistema financiero a cualquier individuo, posibilitando con ello la conformación de nuevos mercados. Cualquier otro sistema político-económico que se haya intentado en nuestro planeta hasta ahora, jamás ha considerado esta posibilidad (léase marxismo-fascismo, etc...), basando siempre la redistribución de la riqueza en las restricciones dimanadas del mandato de una oligarquía rectora. Uno de los fines por tanto del sistema capitalista liberal, es constituirse en un proceso abierto y por ende, ampliable hasta su universalización. A lo que realmente estamos asistiendo ahora, no es ni más ni menos que a la primera consolidación tangible de la expansión del sistema.
No hay más que echar un vistazo al auge experimentado por las economías de los llamados “países emergentes”, (sería mejor denominarlos en adelante “países asimilados”). Dicho auge incuestionable ha sido posible gracias a su reconversión al sistema imperial, y nutriéndose además de los recursos, esquemas, y reglas de juego que el imperio ha exportado.
Es también cierto que este movimiento está produciendo, aparentemente, un cambio de eje en el planeta, hecho por otro lado inquietante para los hasta ahora más privilegiados, pero consustancial a la expansión de cualquier sistema económico. Pero que nadie se llame a engaño, gracias a nuestro ahora denostado sistema, estos países “asimilados”, China, Rusia, India, etc... están saliendo de la pobreza secular que han padecido durante siglos bajo la bota de regimenes cerrados que provocaron su anterior estancamiento y miseria colectiva. Alguien podrá argüir también que la distribución interna de estas riquezas no es del todo justa en los mencionados países, pero sí el sistema se mantiene, este punto también se corregirá con el tiempo, obligado por la nueva y futura presión social que hasta hace poco se veía coartada y sin expectativas gracias a la opresión ejercida por sus sistemas de gobierno totalitarios.
El sistema de libre mercado es por tanto tan perfecto en su condición de ente socializador, que es capaz no solo de restablecer una democracia individual en la distribución de la riqueza, sino que todos los que se asimilen a él se beneficiarán de una redistribución global y colectiva, aunque ello paradójicamente incluya transitoriamente la perdida del nivel de riqueza de sus adalides e impulsores originales.

Por lo tanto, como mensaje para los que disfrutan con la idea de una caída del imperio, y de su sistema liberal capitalista: No se engañen, el sistema capitalista no sólo no se encuentra en crisis, sino que con todas sus imperfecciones, se amplía y extiende a otros rincones del globo. En definitiva, la solidaridad se globaliza, aunque a los que más la proclaman sectariamente no les guste padecer el efecto de la expansión de la misma, como casi siempre, en sus propios bolsillos.
La única diferencia, con respecto a la situación anterior es que, por ahora, el dinero lo tienen ellos y no nosotros. Es el precio que debemos pagar por la extensión de la democracia y la libertad.

No hay comentarios: